Hoy en día es difícil plantear el tema de la piratería desde un punto medianamente objetivo. Por un lado, la comunidad de Internautas, los usuarios de a pie, todos nosotros, hemos llegado a asumir la descarga masiva y gratuita de contenidos con copyright (música, libros, películas) como algo tan normal que parece imposible ni siquiera sugerir que estamos ante una situación anómala que debe ser solventada con urgencia.
En el otro extremo, las sociedades de autores, que deberían velar por una correcta transición hacia la nueva era digital de pago, se limitan a actuar como entidades de recaudación de un impuesto injusto y dudosamente legal que grava la electrónica de consumo sin ningún tipo de control gubernamental, operando bajo la premisa de compensar los daños que causan las descargas ilegales, la copia de discos o la venta de falsificaciones, sin que los verdaderos autores tengan una percepción positiva y clara del reparto de beneficios.